¿Sabias que…?
El Bolígrafo que salvó al Apolo 11
Cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin estaban recogiendo todo en el módulo lunar para preparar las cosas para la vuelta a casa tras su paseo por la superficie de la Luna durante la misión Apolo 11, Aldrin encontró en el suelo la palanca de accionamiento de un que en algún momento dado se había roto.
Y no era la palanca de cualquier disyuntor: era la del que activaba el motor de ascenso que tenía que sacarlos de la Luna y colocarlos en órbita alrededor de esta para acoplarse con el módulo de comando en el que los esperaba Michael Collins.
Tras informar al control de la misión Armstrong y Aldrin intentaron dormir un rato mientras en tierra la gente le daba vueltas al problema para ver cómo solucionarlo.
Al despertarse, aunque por lo visto no durmieron mucho, tirando a nada, nadie tenía una idea que ofrecer, pero a Aldrin se le ocurrió una, tal y como cuenta en su libro Magnificent desolation: «Dado que había electricidad involucrada, decidí que no iba a meter el dedo ni usar nada que tuviera una punta metálica. Tenía un bolígrafo en el bolsillo del hombro de mi traje que pensé que podía servir. Tras adelantar un par de horas la cuenta atrás por si fallaba, metí el bolígrafo en el pequeño agujero en el que tenía que haber estado la palanca del disyuntor, y empujé; esto activó el disyuntor. Íbamos a poder salir de la Luna, después de todo».
Aldrin aún conserva la palanca y el bolígrafo como recuerdos, pero el bolígrafo Rocket de Collins, igual al de Aldrin, se puede ver
Por cierto que hablando de bolígrafos y misiones espaciales, quizás convenga recordar que la NASA nunca se gastó un millón de dólaresen diseñar un bolígrafo para sus astronautas.
(Lo del Apolo 11 me lo recordó un tuit de Remco Timmermans).
Fuente: Microciervos
Cómo funciona un bolígrafo, versión superampliada
Al dibujar con un bolígrafo la pequeña esfera que hay en la punta –que es casi tan dura como el diamante– gira suavemente para repartir la tinta que recoge del interior en una finísima capa que es la que queda impregnada en la fibra del papel. Es una precioso baile combinado de metal, tinta y fibras que visto con el zoom y con calma es todo un espectáculo visual.
El vídeo es de la NRK, la televisión pública noruega.
Fuente: Microciervos
Cómo funcionan los bolígrafos retráctiles (clic clic clic)
Uno de nuestros divulgadores favoritos, Bill «EngineerGuy» Hammack detalla en este vídeo la delicada ingeniería que hay dentro de un bolígrafo retráctil. Y es que aunque parezca algo «simple» algunos modelos tienen decenas de piezas de plástico y metal cuidadosamente encajadas.
Las primeras patentes de este invento tan cotidiano datan de 1954, época desde la que los mecanismos de piezas deslizantes y muelles hicieron del clic clic clic clic un sonido habitual en las oficinas y escuelas. Pero aun así fabricantes como Parker (en donde decenas de personas trabajaron para lograr el diseño perfecto) lanzaron el producto con mucho miedo porque era una ruptura cultural sobre los bolígrafos de la época y temían ver dañada su reputación de por vida.
Fuente: Microciervos
El bolígrafo espacial de un millón de dólares de la NASA que nunca existió
Hay una leyenda urbana muy extendida que dice que tras los primeros vuelos espaciales tripulados la NASA se dio cuenta de que los bolígrafos normales no funcionaban en el espacio y que entonces procedió a diseñar uno que sí lo hiciera, gastándose en ello una cantidad absurda de dinero que según la fuente consultada va de un millón de dólares en adelante.
Los rusos, más avispados ellos, habrían solucionado el problema simplemente dándoles lápices de grasa a sus cosmonautas.
Pero en realidad la NASA nunca hizo tal cosa.
De hecho, durante los primeros vuelos los astronautas de la NASA usaron también lápices, aunque luego para los vuelos Gemini encargaron lápices mecánicos a la empresa Tycam Engineering Manufacturing, Inc. a un precio de 128,89 dólares de la época por unidad.
Como era un precio descabellado -teniendo en cuenta la inflación en la actualidad serían unos 900 dólares por lápiz- la NASA pronto dio marcha atrás y les compró otros muchos más baratos.
Más o menos por aquella época Paul C. Fisher de la Fisher Pen Co. diseñó un bolígrafo capaz de funcionar en condiciones de ingravidez, bajo el agua u otros líquidos, y en un rango de temperaturas que iba de los -45,5 a los 205,5 celsius.
Para ello la compañía invirtió cerca de un millón de dólares de sus fondos, para luego patentarlo y empezar a comercializarlo con el nombre AG7, y en 1965 se los ofreció a la NASA, que tras pensárselo debido a la polémica con los lápices mecánicos y tras hacer las pruebas pertinentes, acabó por encargar en 1969 unos 400 bolígrafos para los astronautas del programa Apolo a un precio de… 6 dólares por unidad.
La Unión Soviética también compró 100 de estos bolígrafos junto con 1.000 cargas en febrero de 1969 para sus misiones Soyuz, aunque es cierto que con anterioridad sus cosmonautas usaban lápices de grasa.
Así que aunque la NASA tenga sus cositas, nunca se gastó un millón de dólares ni nada parecido en diseñar un bolígrafo espacial.
Fuente: Microciervos